jueves, 4 de diciembre de 2014

El tren


- Ya no estoy segura de lo que quiero. Siento que no soy yo, que cambié, que cambiamos. ¿No te pasa? ¿No te sentís igual?
- No, ¿qué me querés decir? ¿Qué te pasa, Lucía? Hasta ayer estábamos bien
- No, no, estamos distintos. Los dos cambiamos. Ya no nos reímos como antes, ya no salimos todos los jueves, estamos quedados, siento que estamos perdiendo la esencia
- ¿La esencia? ¿En serio me hablás? No entiendo nada ¿Te está por venir o algo así? Obvio que no salimos, los dos trabajamos. Dejamos de salir cuando crecimos y nos dimos cuenta que al día siguiente no funcionábamos sin dormir 8 horas. Pero estamos bien, estamos contentos. Yo estoy contento, ¿vos no sos feliz conmigo?
- No es eso… Mati no te tomes esto a mal, pero siento que es momento de cambios, de evolucionar, y estando juntos no permitimos eso en el otro. Es como una revelación que tuve
- Lucía estás loca. No entiendo nada, ¿hace cuánto te pasa esto? Lo podemos solucionar. Podemos cambiar juntos, podemos adaptarnos. ¿Qué me estás diciendo, que después de 5 años se terminó? ¿Porque te agarró una epifanía bizarra? Si es otra de tus locuras, se te va a pasar en dos días y te vas a querer matar. Vas a tirar a la basura una relación increíble. ¿Esto es como la vez que soñaste que te había engañado y querías cortar porque sentías que era cierto? ¿Qué soñaste? ¿Hay otro? Es el de la oficina, ¿no? Decime la verdad, por favor te pido
- No, no, no viene por ese lado, Mati, calmate. Lo vengo pensando hace un tiempo. Vos eras mejor persona cuando nos conocimos, la comodidad nos aplastó, y siento que ya está, que no lo podemos revertir. Te voy a extrañar muchísimo pero tengo que avanzar. Se vienen cosas mejores, para los dos. Nuestras almas tienen que seguir adelante para poder crecer, es un proceso natural. Vivimos unos momentos increíbles, y nos complementamos. Ahora se terminó. Está bien así.
- No, no entiendo. No puedo entenderlo. ¿Qué hago ahora? ¿Así de la nada vamos a terminar? No puede, no puede ser así. ¿Querés que salgamos más? Salimos más, salimos este jueves, hoy, si querés, cancelo la pizza con los chicos y hacemos algo lindo. Vas a ver, puedo cambiar, podemos cambiar juntos.
- Mati, ya está. No se dio, está bien que termine. Ahora es un poco impactante para vos y lo entiendo, pero va a estar todo bien.
- ¡¿Qué hago?! tenía una vida planeada con vos, un futuro. ¿Qué pasa con el nombre de nuestros futuros hijos, la idea de estudiar afuera un par de años, y de retirarnos e ir a vivir a un lugar muy lejos en el medio de la nada?
- Eso ya no sirve para mí. Me di cuenta que busco otras cosas. Estoy segura que vas a hacer muy feliz a alguien. Me tengo que ir a la oficina, hoy voy a renunciar, tengo pasajes para irme a Tailandia a un retiro espiritual. Espero que estés bien, Mati, y que algún día me perdones. Es lo que tiene que ser, creeme. Por favor no me llames.
- ¿No entiendo… no hay nada que pueda hacer para que entres en razón?
- Me tengo que ir, perdón. ¡Ay! me dejé la billetera, qué tarada. ¿Podés pagar la cuenta? No quiero llegar tarde


Y así como así, después de 5 años, se terminó.


Cinco años… cinco años. Una vida. Debe ser otra de sus locuras femeninas. Igual nunca le agarró algo de este tipo. La semana pasada fue un ataque de celos, y el mes pasado fue ese planteo existencial donde decía que quería cambiar de carrera y estudiar algo asi como homeopatía para perros. Nunca, nunca, nunca antes me vino con que estábamos mal nosotros.
Seguro es un capricho. Me da miedo que cuando delira tiene la mirada ausente, como si se imaginara lo que está diciendo, se mete en su propia fantasía. Esta vez estaba completamente lúcida. Habló clara. Es una locura lo que me estaba diciendo pero la vi decidida, como cuando habla de lo que hizo durante el día o las peleas con sus amigas.
¿Habrán tenido algo que ver con esto, sus amigas? ¿Sabrán, o será una sorpresa total, como para mi? Seguro la ayudaron a pensarlo. Si esto fuera una joda de mal gusto, estarían detrás. Siempre me odiaron, no sé por qué. Si, un par de veces me equivoqué con ella pero ¿quién no se equivoca a los 22? Bueno, y una que otra vez a los 27… Si tengo que sacar algo bueno de todo esto es no tener que seguir esforzándome para que me quieran. La realidad es que no me iban a aceptar nunca.
¿Qué estoy pensando? ¡¿Se terminó?! ¿Qué voy a hacer en el verano? Le dije a los chicos que no de ir a Colombia para irme al sur con ella, y ahora… Ya está, yo me tengo que despejar, cueste lo que cueste les digo que saco pasaje y me voy con ellos.
Todo el tiempo libre que voy a tener… ¿qué voy a hacer? Siempre tenía que ordenarme en función de sus actividades, que llevarla a piano, esperar que salga de arte, hockey los domingos. Es como tener un hijo. Por eso me sentía listo para tener familia, soy más padre que novio.
Qué bueno no tener que volver a ir a lo de los padres. El viejo, buena onda, pero odio la comida de ese lugar. Encima tardábamos tres horas entre ida y vuelta, más lejos imposible. Qué alivio no tener que ir más.
¡Uhhhh puedo anotarme en ese curso de fotografía los viernes! Ni bien llegue al departamento llamo para reservar lugar. Me va a hacer bien para despejarme, hace mucho que quiero anotarme y nunca termino de decidirme. Encima puedo concentrarme a full en terminar de rendir las materias pendientes de una vez y tener el título doble. Si hago eso, puedo buscar otro trabajo donde me paguen más, mudarme a Palermo y adoptar un perro. Nunca me gustaron los gatos, pero uno se adapta, acepta todo tipo de cosas por la persona que tiene al lado para evitar discutir. Ese gato horrible conspira, conspira en mi contra. Para mi que está planeando cómo conquistar el mundo. O por lo menos cómo sacarme del departamento y quedarse con mis cosas. Qué bicho horrible.
Qué loco… estar solo después de tantos años. Uno como que se funde con la pareja, se vuelve una unidad inseparable. Para mi que estas son como pruebas del universo. Parece medio delirio, pero es así. Nosotros nos juntamos con alguien, pensamos en formar una vida entera, sentimos que nos estamos completando y renunciamos a necesidades y locuras individuales. Hacemos concesiones, sacrificios. No hay lugar en una pareja para dos individuos al 100%, asi que los dos “comprimen” sus personalidades e intereses, al 70%. Después de unos cuantos meses, uno se olvida de esas cosas que una vez dejó de lado. Esas características que nos hacen particulares, quedan reprimidas en algún lugar del subconsciente, lo enterramos en la memoria.
Las mujeres después de unos cuantos meses de relación dan rienda suelta a todo un lado oculto de locura. El hombre con el tiempo se vuelve más seguro, a la mujer le pasa al revés. Es como que todos los demonios de su cabeza se revuelven y de golpe no entienden por qué estas con ellas y cualquier mujer con la que osás interactuar hasta en la forma más insignificante, se vuelve una amenaza. Esa fantasía de burbuja de amor que comparten los dos desde el principio se disuelve y es como si ambos quedaran a la deriva en un mundo de mujeres que con total seguridad van a enamorarse y perseguir al hombre hasta conseguirlo. Todo esto olvidando e ignorando lo difícil que fue para el hombre conseguir el cariño de la mujer, el esfuerzo que hizo y el hecho de que las probabilidades de conseguir la atención y cortejo de una nueva son casi nulas.
Pero bueno, las relaciones son así. Son como subirte a un tren y ver que el tren arranca y va cada vez más rápido por una vía rodeada de un vacío. Ese precipicio que es la soltería se vuelve un lugar desconocido y temeroso, y salir del tren, aunque el viaje sea tortuoso, turbulento, con mala atención y comida, durmiendo mal a la noche y sintiendo mareos y náuseas, se vuelve inconsiderable. El resultado de saltar no es necesariamente la muerte, es desconocido, y punto. Pero cuántas veces nos conformamos con lo malo conocido para no arriesgarnos.

Hay peleas cortas que nos hacen mirar desde el balcón del tren hacia abajo. Pero en ese estado de duda, de incertidumbre, no vemos con claridad, no llegamos a sumergirnos de lleno en esa especie de universo paralelo. Entonces no sirve, nos da pánico, nos convencemos con un “en el tren estamos mejor, más seguros. Es lo que necesitamos” y volvemos, nauseabundos, confundidos, queriendo esforzarnos para disfrutar nuestra realidad pero sabiendo que a fin de cuentas, no podemos reconstruirla. Porque a fin de cuentas si el tren tiene errores de base, en movimiento no podemos solucionar nada.
Yo creo que en parte sentimos que si nos animamos a dar el salto, estamos haciendo una jugada en contra del destino. Porque uno cuando está en pareja con alguien, enamorado, siente que el destino quiso que eso sea así. Entonces al tomar la decisión de cortar y buscar otra cosa, parecería que una fuerza superior fuera a decir “¿ah, si? ¿no sentís que esto es suficiente? ¿No te alcanzó con lo que te di?”, y en consecuencia, como venganza, vamos a deambular en soledad hasta el fin de los tiempos. Nunca más vamos a encontrar a alguien como la persona que tenemos al lado. Desperdiciamos la única chance de sentir algo así, y estamos simplemente siendo ambiciosos por sentirnos de esa manera con alguien más en un tren menos turbulento o con menos fallas.
Y si el que toma la decisión de terminar es uno solo de los dos, estamos seguros que vamos a perder la oportunidad y que el otro va a conocer a alguien perfecto, se va a casar y va a ser feliz, mientras el pobre valiente muere en soledad, teniendo que ver la vida perfecta que dejó pasar, como espectador.
Una vez cortamos. Fue esa vez que soñó que la engañé. Me cortó a la mañana, estuvo dos días sin hablarme, se mudó a lo de su hermana, y al día tres volvió. Capaz fue una señal que los dos ignoramos. Yo seguía en esa nube de amor, esos dos días fueron tremendos. Me instalé en el departamento y los chicos vinieron a hacerme una intervención. Parecíamos mujeres. Me invadieron y me dijeron que me tenía que bañar y comer, que no podía estar así. Trajeron la Play y pedimos pizzas. Yo creo que ellos pensaban que ella no iba a volver, porque actuaron como si llevara dos semanas encerrado. Se fueron a las 6 de la mañana y dejaron todo ordenado. Cuando me desperté Lucía había vuelto con cara de perro mojado.

Cuántos momentos… cuantos recuerdos. Lo que me intriga un poco es si esta vez, ella decidió saltar al vacío con el tren en marcha o si lleva varios meses bajando la velocidad del tren de forma tan gradual que yo no pude ni percibirlo. ¿De verdad no lo noté o me quiero convencer de eso? Tantas cosas que dejé de lado por los dos. Es cierto que cambié, hay que pensarlo en frío pero estoy un poco aburguesado, tengo que admitirlo. Solía ser un rebelde, un alma libre, con múltiples intereses y facetas. Me acomodé porque era imposible convivir con alguien más si no podía ni convivir conmigo mismo. Extraño viajar, ser impredecible y hacer lo que tenga ganas sin tener que dar explicaciones. Extraño ser yo, al 100%.
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Lucía se despertó la mañana del sábado, fresca y descansada. Estiró el brazo al otro lado de la cama buscando a Matias, pero no lo encontró. Se estiró y dio un par de vueltas para terminar de desperezarse.
Cuando levantó la vista le llamó la atención una nota en la mesa de luz. Era la letra de Mati.
Tuve un sueño revelador. Me duele decirte esto de esta manera, pero lo nuestro se terminó.
En la semana paso a buscar mis cosas,
Mati




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